La temporada seca entre 2023 y 2024 tuvo el mayor número de focos de calor en registro para los parques nacionales de Venezuela y demás áreas protegidas para la conservación: marzo de 2024 fue el peor mes de incendios en al menos dos décadas. Aunque Venezuela abarca apenas el 0.34% de la superficie terrestre, es uno de los 17 países con mayor número de especies de aves, reptiles, mamíferos, insectos y demás organismos. Estos territorios biodiversos tuvieron 2.2 veces más focos de calor MODIS que su promedio histórico. Entre los diez parques nacionales con mayor aumento de incendios, cuatro están en la Amazonía venezolana. La gran mayoría de los incendios que ocurren en el país no son naturales, son iniciados por humanos, según explican los expertos. 

El río Orinoco es el más caudaloso de Venezuela y el tercero del mundo. Su naciente está en el Cerro Delgado Chalbaud, en el municipio Alto Orinoco del estado Amazonas, y está protegida por el Parque Nacional Parima-Tapirapecó, el más extenso del país, creado hace casi 33 años para preservar el río y su biodiversidad. Los parques nacionales y las demás áreas protegidas, no solo preservan la naturaleza: indirectamente protegen la salud humana, la generación hidroeléctrica y las actividades económicas, como la agricultura y la industria, entre otros. Las cuencas de ríos quemadas son susceptibles a erosión e inundaciones, afectando la calidad y el suministro del agua para las personas. Cuando los bosques siempreverdes o los bosques ribereños del Parima-Tapirapecó se degradan, entra en riesgo el río Orinoco. 

Y eso está pasando en Parima-Tapirapecó: los incendios se multiplicaron en esta temporada seca, entre agosto de 2023 y abril de 2024. El sensor VIIRS de la NASA detectó un aumento de 402.3% en el número de focos de calor cerca de la naciente del Orinoco en esta temporada, en comparación con todas las temporadas anteriores en registro. En Parima-Tapirapecó se ha detectado un importante aumento en la actividad minera ilegal durante el último año, según la organización SOS Orinoco que monitorea actividad minera en la Amazonía venezolana. La minería usa mucho el fuego: para abrir espacios en el bosque para minar, cultivar comida y construir viviendas y asentamientos. 

Febrero de 2024 fue el peor mes en registro para el Parima-Tapirapecó. El sensor MODIS de la NASA detectó 716% más focos de calor en este mes que en el promedio de todos los febreros en registro. En esta temporada, este fue el segundo parque nacional con mayor aumento de incendios en el país.

En 1993 la Unesco declaró a Parima como parte de la reserva de biosfera Alto Orinoco-Casiquiare, la más grande de su tipo en los trópicos. Parima-Tapirapecó está ubicado en el sureste del estado Amazonas, en la frontera con Brasil, es territorio del pueblo Yanomami y protege 38.290 kilómetros cuadrados de bosque amazónico: una extensión equivalente al territorio de los estados Falcón, Miranda y Aragua, juntos. 

Venezuela es uno de 17 países megadiversos o con mayor biodiversidad del planeta. Abarca el 0.34% de la superficie terrestre, pero  tiene el 14% de todas las especies de anfibios identificados por la ciencia, el 13% de las especies de reptiles, el 15% de las de aves, el 7.8% de mamíferos, entre otros.

Esa biodiversidad está resguardada por las áreas naturales protegidas para la conservación, un concepto internacional tipificado en las leyes de cada país, y que restringe los usos y actividades humanas en estos espacios. En Venezuela, la Ley Orgánica para la Ordenación del Territorio define las áreas bajo régimen de administración especial (ABRAE). Dentro de ellas, hay varias categorías de áreas naturales protegidas para la conservación: parques nacionales, monumentos naturales, que son los más estrictos, reservas de fauna silvestre, refugios de fauna silvestre y santuarios de fauna silvestre.  

Las áreas protegidas son “la mejor y más eficiente estrategia para conservar la biodiversidad”, explica Edgard Yerena, biólogo, profesor del Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad Simón Bolívar, en Caracas, y exjefe de planificación de la Dirección de Parques Nacionales del Instituto Nacional de Parques (Inparques). “Para ser conservada eficientemente, la biodiversidad debe ser conservada dentro de sus ecosistemas y su dinámica natural. Fuera de esa dinámica siempre habrá pérdidas y desequilibrios. Sin áreas protegidas no hay verdadera conservación posible”. Hoy el 24% de la superficie terrestre de Venezuela está protegida para la conservación. 

¿Qué está pasando con los focos de calor dentro de las áreas protegidas de Venezuela?

Prodavinci analizó todos los focos de calor detectados dentro de las áreas protegidas de Venezuela por dos sensores de la NASA —MODIS y VIIRS—, que miden anomalías de reflectancia y temperatura sobre la superficie. El análisis muestra que esta es la peor temporada con incendios para las áreas protegidas. Estos territorios biodiversos, tuvieron 2.2 veces más focos de calor MODIS que su promedio histórico: más del doble. Este récord está relacionado a uno nacional que encontramos analizando los mismos datos: Venezuela atraviesa su peor temporada de incendios en registro.

El peor mes en registro para estas áreas protegidas fue marzo de 2024, cuando MODIS registró 11% más focos que en el peor mes anterior en registro, que fue marzo de 2003.

Entre los diez parques nacionales con mayor aumento de incendios registrados por el sensor VIIRS en este periodo seco, en relación con su promedio histórico, la mayoría están al sur del Orinoco, en la Amazonía venezolana. De todas las regiones del país, la Amazonía venezolana sufrió el mayor aumento de incendios en esta temporada seca, encontramos en un análisis de los datos enfocados en esa área. La Amazonía también es la región más biodiversa del país y 37% de su territorio está protegido bajo la figura de parque nacional o monumento natural. 

Los parques nacionales Parima-Tapirapecó, en Amazonas; Guatopo, en Miranda y Guárico; Aguaro-Guariquito, en Guárico; Cinaruco-Capanaparo, en Apure; y Península de Paria en Sucre; sufrieron su peor mes de incendios en registro durante esta temporada, según datos MODIS. Ocurrió lo mismo para la Reserva de Fauna Silvestre Gran Morichal, en Monagas, y el Monumento Natural Arístides Rojas, que resguarda los Morros de San Juan en Guárico.

“Las áreas protegidas son una política de Estado”, explica Jorge A. Naveda, profesor de Planificación y Gestión de Áreas Protegidas del Postgrado de Ecología de la Universidad Central de Venezuela, y del Postgrado de Análisis Demográfico para el Desarrollo, IIES-UCAB. En estas políticas, “el Estado decide que hay una parte del territorio que no debe ser tocada y debe permanecer lo más natural posible”. El Parque Nacional Henri Pittier, que protege parte de la Cordillera de la Costa, al norte de la ciudad de Maracay, fue la primera área protegida para la conservación del país. Decretada en 1937, convirtió a Venezuela en el cuarto país de América del Sur en crear estas áreas.

Parque Nacional Henri Pittier: incendios y las ciudades

En la actualidad, el Parque Nacional Henri Pittier —que alberga varios destinos populares de Venezuela, como Choroní— está entre los parques más afectados por incendios en el país. Al analizar la ubicación de focos de calor dentro del parque, el 95.4% de todos los detectados en los últimos veintitrés años están en áreas limítrofes con la ciudad de Maracay, la quinta ciudad más poblada de Venezuela. En este parque hay cerca de 600 especies de aves: más de las que hay en todo Canadá o el doble que en España. Además tiene unas 140 especies de mamíferos, 97 de reptiles y 38 de anfibios. Se estima que el número de insectos supera el millón de especies. 

Los incendios en Venezuela no son naturales, explican los especialistas. En otras latitudes, los incendios normalmente comienzan por relámpagos o erupciones volcánicas, pero en Venezuela los relámpagos suelen estar acompañados por lluvia y no hay volcanes. Entonces sabemos que la gran mayoría de los incendios en el país son comenzados por humanos, directa o indirectamente. Desde una quema de basura que se sale de control, a la quema de áreas boscosas para la construcción de viviendas o espacios para conucos, o una línea eléctrica que por falta de mantenimiento genera chispa, los incendios en Venezuela están relacionados a actividades humanas. 

Para el primer parque de Venezuela los incendios son la amenaza principal, según Parks Watch. “La mayoría de los incendios en el parque son intencionales”, explica el informe: para “quemar áreas para establecer viviendas, cultivos o potreros; para hacer más eficiente la cacería; también por el simple gusto de ver el fuego (piromanía); por las actividades de las brigadas combatientes, o como generador de presiones en asuntos políticos”. También hay incendios accidentales, “como la quema de basura para limpiar parcelas y caminos, algunos de ellos en instalaciones oficiales del gobierno o de universidades”. En 2001, el parque Henri Pittier tenía cuatro puestos de observación para detectar incendios. Hoy no queda ninguno. Los incendios en el Henri Pittier se duplicaron en esta temporada seca en comparación con su promedio histórico. 

Además de proteger la biodiversidad, los primeros parques nacionales del país resguardaron las fuentes de agua de las ciudades, según Naveda. El Parque Nacional Henri Pittier preserva las fuentes de agua de Maracay. El Parque Nacional Waraira Repano —mejor conocido como El Ávila— resguarda las del norte de Caracas, mientras que Guatopo las de los sistemas hídricos Tuy I y Tuy II, que suministran servicio de agua potable para Caracas. Tuy IV está en el embalse de Camatagua: “[Allí] no hay área protegida y es una de las razones por las que ese embalse está casi seco”, explica Naveda. Los parques Sierra Nevada y Sierra la Culata resguardan las aguas de la ciudad de Mérida. El Yurubí resguarda las de San Felipe, Yaracuy. El parque San Esteban, las aguas de Valencia y su zona industrial. Tirgua: las aguas para usos agropecuarios, industriales y urbanos en Yaracuy y Cojedes. Yacambú, las áreas agrícolas alrededor de Barquisimeto. Tapo-Caparo resguarda la represa Uribante Caparo y su complejo Hidroeléctrico Leonardo Ruíz Pineda. 

“Los sistemas urbanos venezolanos han estado, en el último siglo, ligados al desarrollo de las áreas naturales protegidas, disponiendo de bienes y servicios ambientales que solo son posibles de producir en ambientes naturales bien conservados”, escriben Jorge Naveda, Ernesto González y Nora Malaver, en el libro Aguas en Venezuela: una riqueza escasa. “Cuando intervienes una parte del territorio, lo que sostiene los déficit de servicios naturales de esos territorios intervenidos es lo que te queda de esa área natural” dice Naveda. 

Los bosques y humedales captan agua, la almacenan y la filtran, manteniendo los ríos y acuíferos. Los bosques también liberan vapor de agua a la atmósfera, promoviendo la formación de nubes y la lluvia. Al protegerlos, las ciudades resguardan el suministro de agua para las actividades humanas. Los incendios dentro de estas áreas protegidas amenazan este suministro y lo contaminan. 

Los incendios en el Parque Nacional Henri Pittier también contribuyeron con los peores desastres naturales que ha sufrido la ciudad de Maracay: el desbordamiento del río El Limón, primero en 1987, con al menos 100 muertos; y luego en 2020, con innumerables pérdidas materiales. Desde 2001, que los sensores satelitales registran focos de calor, sabemos que la peor temporada de quemas en el Henri Pittier ocurrió entre 2019 y 2020. 

Estos incendios arrasaron con la capa vegetal que cubría las laderas de la cuenca del río El Limón, adyacentes a la ciudad. Esta capa actúa como esponja, absorbiendo la humedad y frenando el agua que corre pendiente abajo: es una manta protectora contra la erosión. En Estados Unidos científicos han detectado que algunos incendios transforman las propiedades químicas de los suelos: los vuelven impermeables. Repelen el agua. Los incendios también matan árboles cuyas raíces sirven como muros de contención, aguantando y estabilizando la tierra en laderas empinadas. 

Después de los incendios de 2019 y 2020 en el parque nacional Henri Pittier, durante la siguiente temporada de lluvia aumentó la erosión, se desestabilizaron los suelos y disminuyó la absorción de agua. El agua cayó y corrió, nada la frenó. Por eso los incendios aumentan el riesgo de inundaciones, deslizamientos de tierra y flujo de escombros. Se requiere menos lluvia para desencadenar desastres naturales en cuencas quemadas.

Parque Nacional Canaima: la generación hidroeléctrica en riesgo

A mayor escala, esta erosión también contribuye con la sedimentación de embalses. Por eso la  Electrificación del Caroní C.A, conocida como EDELCA, apagaba los incendios dentro del Parque Nacional Canaima en la década de 1980. 

Canaima fue decretado parque en 1962. Un año después comenzó la construcción de la represa de Guri. Declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1994, y hogar de la cascada más alta del mundo —el Kerepakupai Vená en lengua pemón, o Salto Ángel—, Canaima es un foco de gran biodiversidad y endemismo. Posee al menos 119 especies de peces, de las cuales casi la mitad son exclusivas de los ríos del parque.

Al ser un país caribeño, andino, amazónico y del escudo guayanés, Venezuela tiene un alto grado de endemismo, es decir, de especies que no existen en ningún otro territorio del planeta. La variabilidad de ecosistemas y condiciones ambientales, junto con grandes extensiones de territorio aisladas por millones de años, han resultado, entre otras cosas, en que los organismos evolucionen para adaptarse a condiciones muy específicas; entonces nacen nuevas especies. Sólo en plantas, Otto Huber, ecólogo italiano especializado en los biomas guayaneses, con cuatro décadas de investigación botánica, y autor de al menos 120 publicaciones científicas, estimó en 1998 que hay unas 3.000 especies endémicas en el país. El Parque Nacional Henri PIttier, por ejemplo, es considerado un hotspot de endemismo de los Andes tropicales. Parima-Tapirapecó y Canaima, también son hotspots para la Amazonía venezolana. 

Canaima también se decretó para proteger la capacidad hidroeléctrica del país. Los ríos del parque pertenecen a la cuenca del río Caroní, una subcuenca del río Orinoco, que a través de las centrales Macagua I, II y II, Caruachi y Guri, generan alrededor del 70% de la electricidad que consume Venezuela.  

Durante un incendio, cenizas y contaminantes producto del fuego, como el dióxido y el monóxido de carbono, el dióxido de nitrógeno y de azufre, entre otros, se acumulan en el suelo. Luego del incendio la lluvia arrastra cenizas, sedimentos, nutrientes y contaminantes por las pendientes de las cuencas. Sin la capa vegetal que cubre la tierra y actúa de esponja, la lluvia desprende los sedimentos más fácilmente. Se genera más erosión. Estas sustancias se acumulan en lagunas, ríos y embalses afectando la calidad del agua, su coloración y hasta pueden influir en brotes de algas dañinas para la salud humana y del ecosistema. 

En esta temporada seca los focos de calor en Canaima aumentaron 240% con respecto a su promedio. Marzo de 2024 fue el peor marzo en registro: tuvo tres veces más focos de calor que su promedio histórico. 

Las quemas comenzaron en Venezuela hace unos 14.000 años, con la llegada de los humanos a América del Sur. Como el fuego no es natural para los ecosistemas del país, sus organismos no están adaptados. Dependiendo de la intensidad y duración, el fuego puede limitar la capacidad del ecosistema de recuperarse, incluso a largo plazo. Los incendios pueden favorecer la expansión de especies invasoras, generando pérdidas de hábitat para las especies nativas. 

“Cuando el fuego no es natural, tal como es el caso de la mayoría de los ecosistemas naturales de Venezuela, y del trópico Americano en general, es importante poder impedir efectivamente que se produzcan incendios provocados por el hombre, y para eso hay que tener vigilancia, monitoreo, capacidad de reacción y dispositivos de combate y prevención”, dice Edgard Yerena. “De lo contrario, la conservación siempre estará avanzando y retrocediendo”. 

Parque Nacional Caura: el parque con mayor aumento de focos de calor del país

El Parque Nacional Caura, el segundo más extenso del país y uno de los más jóvenes, fue decretado en 2017 por Nicolás Maduro. Fue un proceso criticado por científicos, organizaciones no gubernamentales de conservación y comunidades indígenas, porque faltó el estudio de impacto ambiental y no se realizó una consulta previa, informada y libre, entre otros incumplimientos.

Además su territorio se superpuso sobre el Parque Nacional Jaua Sarisariñama y cinco tepuyes del Monumento Natural Formaciones de Tepuyes, que siguen vigentes por lo establecido en la Convención de Washington, firmada por Venezuela en 1941. En términos absolutos el Parque Nacional Caura es el más extenso del país, pero al restar el territorio de estas seis áreas protegidas existentes, pasa al segundo lugar.

Ubicado entre los estados Amazonas y Bolívar, fue el parque nacional con mayor aumento de incendios en esta temporada seca. El promedio de focos de calor aumentó 685%, comparado con su promedio histórico. Caura resguarda una de las cuencas hidrográficas menos intervenidas del país y, como parte de la Amazonía venezolana, posee gran biodiversidad y especies endémicas.

Marzo de 2024 fue el peor mes en registro para Caura. Los sensores satelitales MODIS detectaron 954% más focos de calor ese mes, que en el promedio de todos los marzos anteriores en registro. El sector norte del Parque Nacional Caura, que concentra más de la mitad de los focos, está superpuesto con parte de la Zona 2 del Arco Minero del Orinoco, decretado en 2016 por Maduro. Paradójicamente, el Caura se quema más ahora que antes de ser parque nacional. 

Jorge A. Naveda trabajó por más de tres décadas —hasta su jubilación en 2015— en Inparques, la institución responsable del manejo de los Parques Nacionales y Monumentos Naturales en Venezuela. Cuando trabajaba allí, el manejo de áreas protegidas consistía en seis ámbitos, incluyendo vigilancia y control, manejo de recursos aprovechables, investigación y monitoreo ambiental, entre otros. Cada uno tenía sus propios programas. 

“El ámbito más costoso siempre fue vigilancia y control”, dice Naveda. Dentro de ese ámbito el programa que más consume recursos es el de incendios, porque implica contratar a muchos profesionales, entrenarlos y capacitarlos, dotarlos con equipos especializados, hacer mantenimiento a la infraestructura en los parques, concientizar a las comunidades cercanas al área protegida sobre el uso del fuego, entre otros. Además el programa está activo todo el año. 

Cuando Naveda estaba en la institución, Inparques generaba un informe anual con el balance de todos los incendios por parque nacional. Para algunos se incluían imágenes satelitales, para otros se medía el área quemada. Hoy no se publica información pública sobre el estado de las áreas protegidas. 

Para tener una capacidad adecuada de control y manejo del fuego en áreas protegidas, Edgard Yerena plantea tres pilares. “Primero, mantener la operacionalidad de todos los dispositivos para el combate de incendios, como cortafuegos, picas de acceso o hidrantes. Segundo, tener la capacidad para detectar en tiempo real los incendios. Tercero, tener la capacidad para combatirlos eficientemente, con personal entrenado y suficiente, dotación de equipos y medios, personal profesional bien pagado y apoyo de grupos voluntarios”. También se debe investigar la ignición antrópica de incendios [incendios iniciados por humanos] dentro de las áreas, y como complemento hacer programas de extensión para pobladores dentro y alrededor de las áreas protegidas, sobre mejores “prácticas de manejo de fuego en actividades agrícolas, que no provoquen incendios, accidentalmente o negligentemente”, explica Yerena.

Las áreas protegidas para la conservación funcionan. Son herramientas para preservar la diversidad biológica, genética y cultural, para prevenir el surgimiento de enfermedades zoonóticas, para construir resiliencia ante los impactos del cambio climático y para asegurar el funcionamiento adecuado de ecosistemas importantes. Millones de personas dependen de estas áreas y sus servicios ecosistémicos —como el suministro de agua, el almacenamiento de carbono, la fertilidad del suelo y el clima—, para vivir. Pero los incendios, generados por humanos, amenazan la supervivencia de estas importantes áreas. Y la situación está empeorando. 

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Metodología

Este trabajo utilizó dos bases de datos con 4.475.305 focos de calor en total. Una contiene 1.220.722 focos de calor detectados por el Espectrorradiómetro de imágenes de media resolución, conocido como MODIS, un sensor a bordo de los satélites Aqua y Terra de la Agencia Espacial Norteamericana (NASA). La otra base de datos contiene 3.254.583 focos de calor detectados por el Radiómetro de imágenes en el infrarrojo visible, conocido como VIIRS, un sensor a bordo de las misiones Suomi NPP, NOAA-20 y NOAA-21. Para este análisis solo utilizamos los registrados por Suomi NPP, con el propósito de verificar los resultados del análisis de focos de calor MODIS. Ambos sensores son parte del programa FIRMS (en inglés: Fire Information for Resource Management System). Los datos que utilizamos fueron:

1. Focos detectados por MODIS en Venezuela de FIRMS (NASA), desde enero 2001 al 7 de junio de 2024.

2. Focos detectados por VIIRS Suomi NPP en Venezuela de FIRMS (NASA), desde enero 2012 al 30 de abril de 2024.

Para realizar los análisis geográficos utilizamos tres bases de datos en QGIS, un sistema de información geográfica (GIS):

1. Áreas Protegidas de Venezuela: una capa vectorial creada por Edgard Yerena y Vilisa Morón, del Laboratorio de Áreas Protegidas del Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad Simón Bolívar.

2. Unidades de vegetación de Venezuela: una capa vectorial creada por María A. (Tina) Oliveira-Miranda en 2013. Parte de "Riesgo de colapso de los ecosistemas terrestres de Venezuela y su relación con el riesgo de extinción de mamíferos y aves", tesis doctoral en Ciencias Biológicas de la Universidad Simón Bolívar, Caracas.

3. División político administrativa de Venezuela, una capa vectorial por la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).

El criterio para definir las Áreas Protegidas dentro de las categorías de Áreas Bajo Régimen Administrativo Especial (ABRAE) se hizo bajo indicaciones del Laboratorio de Áreas Protegidas del Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad Simón Bolívar. Usamos cinco categorías de ABRAE como Áreas Protegidas: Parques Nacionales, Monumentos Naturales, Refugios de Fauna Silvestre, Reservas de Fauna Silvestre y Santuario de Fauna Silvestre.

El Monumento Natural Formaciones de Tepuyes —que tiene 25 formaciones independientes— se contó como un solo monumento dentro del análisis. Se excluyeron cuatro Áreas Protegidas de los análisis estadísticos por su tamaño reducido en relación a la resolución del pixel del sensor MODIS: Parque Nacional Cerro Saroche, Santuario de Fauna Silvestre Cuevas de Paraguaná, Monumento Natural Cueva de Alfredo Jahn y Monumento Natural Alejandro Humboldt.

Puede descargar nuestra base de datos con los focos de calor MODIS dentro de Áreas Protegidas, en este enlace.

Créditos

Dirección general: Ángel Alayón y Oscar Marcano.

Jefatura de diseño: John Fuentes.

Texto: Helena Carpio.

Análisis de geodatos: Helena Carpio.

Edición: Luisa Salomón, Ángel Alayón y Oscar Marcano.

Concepto gráfico, montaje e infografías: Franklin Durán.

Redes sociales: Salvador Benasayag, Carolyn Manrique y Franklin Durán.

Caracas, 11 de julio de 2024.