Este testimonio es parte de la serie especial Este es mi momento.
Por Ricardo Barbar
—¿Cómo te identificas?
—Hombre, gay.
Dice Kevyn, 23 años, cabello largo, trenzado. Desde los 14 años trabaja en Catia en aspectos relacionados con la estética —pestañas, maquillaje, manicura—.
—¿Alguna vez te has sentido discriminado?
—Casi siempre, pero trato de ignorarlo.
—¿Qué te han hecho?
—Burlas, silbidos… Me han lanzado tomates, me han empujado. Ando en moto para evitar ese tipo de discriminaciones. Una vez, en un baño de un centro comercial un vigilante me dijo: “Este marico también va igual que los otros a hacer sexo oral”.
—¿Cuándo fue la primera vez que te discriminaron?
—En la escuela. Yo soy así desde pequeño. Era diferente al resto. Había compañeritos que me trataban, otros no. A veces no tenía con quién hacer los trabajos del colegio y los hacía solo. No me aceptaban y me ponía a llorar. “Profesora, todo el mundo me rechaza. Prefiero hacerlo solo”, le decía a mis maestras.
Un día, su tía fue a buscarlo a la escuela. Iban en el transporte público cuando Kevyn le contó: “Yo no sé por qué me está pasando esto: me están gustando los hombres, me gusta el papá de mi mejor amigo”. Ella fue la primera que lo supo y aquella vez le dijo algo que lo tranquilizó: “Poco a poco vas a ir descubriendo más”.
Cuando tenía 13 años, la escuela llamó a su mamá porque Kevyn se maquillaba, usaba pantalones ajustados y se pintaba las uñas. En una de esas reuniones dijeron que no se podía maquillar “porque era chico”. Pero en el colegio crearon lo que llamaban “grupos estables”, una especie de prácticas o materias adicionales. Entonces le decían a Kevyn que diera cursos de maquillaje, clases de baile…
Ya de adulto, en una oportunidad salió con un amigo a una discoteca de Caracas y en la entrada, asegura Kevyn, se les negó el acceso. “Tú y tú no van a pasar. No te lo voy a decir, pero me reservo el derecho de admisión”. Kevyn cree que ocurrió porque eran gays.
—Cuéntame sobre tu papá y tu mamá.
—Mi papá murió cuando yo tenía ocho años. Lo que recuerdo es que él tenía un problema y creo que unos amigos lo mataron. Mi mamá me acepta, pero le incomoda lo que yo soy. Si me quiero vestir como mujer, me visto así; si mañana me quiero vestir como un hombre, me visto como hombre. A veces uso uñas, extensiones, me maquillo. Una vez ocurrió que la pareja de mi mamá quiso discriminarme y ella lo quería permitir, pero yo no me dejé. Él me llamó “El marico este”, entonces nos fuimos a los golpes. Yo era muy dócil. Antes me decían cualquier mariquera y me quedaba callado. Ahora no.
Fotografía de Kenny Jo | RMTF.
Fotografía de Kenny Jo | RMTF.
—¿Cuál es el tipo de persona con la que sales?
—No me gustan los gays, sino heterosexuales. Me gustan masculinos, no me gustan amanerados. Que no se vista como yo. La mayoría de los hombres con los que salgo tienen mujer. Dicen: “Yo no soy así, quiero experimentar”. Los gays son muy promiscuos. En el ambiente gay todo el mundo se conoce, todo el mundo se trata.
—¿No crees que generalizar así a todos los gays es discriminatorio?
—Sí, pero es la verdad.
—¿Y los heterosexuales no son iguales?
—Son más precavidos. En la comunidad hay más libertad.
—¿Alguno de los hombres con quienes has estado te ha discriminado?
—Yo estuve con uno que frente a sus amigos me miraba feo, me chalequeaba en el barrio. Él no quería demostrarle a la sociedad que le gustaban los gays. Nunca dije nada por lealtad. Él me decía “es porque no quiero que nadie se entere porque tengo mujer”.
—¿Tienes amigos en tu entorno?
—Cuando era gay tenía amistades más heterosexuales. Después, cuando hice mi cambio, así como soy ahora, muchos me dejaron de tratar por el qué dirán. Amigos incluso del liceo. No me afecta.
—¿No te afecta o has desarrollado algún mecanismo de defensa contra eso?
—Sí, he desarrollado un mecanismo para que no me afecte. Es una coraza porque siempre pasa lo mismo.
—¿Tienes alguna imagen tuya a futuro?
—Lejos de Catia. Estoy aquí para reunir mi dinero porque me quiero operar los senos y la nariz.
—Hace unos minutos me dijiste que te identificas como hombre gay. ¿Lo mantienes o cómo quieres que me refiera a ti?
—Como “ella”. Pero soy un poco antiparabólico: me da igual si me tratas como hombre o mujer.
—¿Alguna vez has pensado si te ves más como mujer o como hombre?
—Me veo más como mujer. Desde hace un año me quiero operar. Me he planteado cambiar de sexo, pero no ahorita. Más adelante. Querer hacer una transición no es fácil por la situación país. No me gusta verme en el espejo porque siento que me falta algo.
Dice Key —el nombre que elige en femenino—. Cuenta que ha estado en tratamiento con el endocrino, quien le indicó un tratamiento hormonal. El objetivo de esta terapia, explica Mayo Clinic, es “provocar los cambios físicos que causan las hormonas femeninas durante la pubertad” y “ayudar a que la identidad de género y el cuerpo de una persona coincidan”. Para ello, se ingieren medicamentos que bloquean la acción de la hormona testosterona y se consume estrógeno. Esta hormona baja los niveles de testosterona que produce el cuerpo y desarrolla en el o la paciente características femeninas.
—¿Tu mamá sabe que quieres operarte?
—Me dijo que no me quiere con senos.
—¿Te has preguntado cómo sería tener un referente paterno?
—Mis figuras paternas fueron mi abuelo y mi tío. Pero ellos no me aceptan: son demasiado machistas. Ninguno me habla. Corté lazos con ellos porque me discriminaban. Para ellos siempre era “el marico”.
—¿Te gustaría recuperar tu relación con ellos y que te respetaran?
—No porque ya me han dañado mucho.
—¿Crees que si fueras heterosexual fuera diferente?
—Muy diferente. Mi familia me aceptaría. Incluso ellos me preguntan por qué no soy un marico serio. Lo último que recuerdo de mi abuelo es que siempre llegábamos a la casa y nos llevaba comida. Nos trataba bonito y nos ponía a ver películas.
Créditos
Edición: Ángel Alayón, Oscar Marcano y Luisa Salomón.
Texto: Ricardo Barbar.
Fotografía: Kenny Jo | RMTF.
Diseño y montaje: Franklin Durán.
Dirección de Fotografía: Roberto Mata.
Caracas, 6 de noviembre de 2024.